Tras una semana agotadora, repleta de partidos mundialistas (que duro fue estar lejos de tu país y ver cómo nos pintan la cara), y de otro tipo de eventos deportivos (pudimos animar a Pau con una buena cerveza fría como se ve en la foto),
llegó por fin el esperado weekend con su correspondiente visita a Miami.
Muchas esperanzas teníamos puestas en la excursión a Miami, y no es que decepcionara, porque no ha sido así, pero quizás puse las expectativas muy altas, y Chicago puso el listón muy elevado. A ver, Miami es muy bonito, está lleno de palmeras,
de gente deseosa de aparentar, de chicas superficiales,
de cuerpos esculturales…
pero si de playas hablamos por ejemplo, y sin dejar que la pasión me gane, las de Cádiz son mucho mejores. Aquí tendrán palmeras por todas partes, pero el agua está ardiendo, hay alguitas, no son tan anchas, etc.
Nuestra llegada a Miami se hizo esperar debido a la compañía Spirit (nunca más), que tiene por costumbre retrasar sus vuelos unas 3 o 4 horas, en este caso 5, y que nos hizo llegar sobre las 4 de la mañana al hotel. Esa noche no pudimos ni reconocer la zona. El sábado despertamos asombrados por el calor, ni por asomo es comparable al día de más calor del verano de Cádiz, o de Sevilla, además con mucha más humedad, lo que aumenta la sensación de calor. Fuimos a los cayos, una zona llena de islitas,
resorts, embarcaderos privados, yates, etc.
para terminar comiendo en Coconut Groove, el barrio más pijo de Miami (ese atracón de comida también se recordará mucho tiempo Lolo).
Por la tarde fuimos a South Beach, playa colindante al hotel, donde mi hermano pudo disfrutar de su primer baño de la temporada estival. En la foto lo podeis ver mas contento que un manatie.
Tras el bañito, decidimos mojarnos el pico con un refresquito (nada de alcohol por supuesto) en un local donde no se ofertaba nada bueno, mujeres desfilando en trajes de baño, stripteasse en directo, hombres contoneándose de forma sospechosa en la piscina, música a todo trapo, etc. Miami es así, tiene estas cosas.
Para cenar nos decantamos por ir a una famosa calle, “Española Way”, que sea quizás de las más bonitas de South Beach, por su decoración o por su iluminación entre otras cosas. Cenamos patatas a lo pobre y pinchitos, todo ello regado con una sangría, como debe ser. Esa noche, fuimos probando discotecas, y en todas había largas colas que avanzaban muy lentamente, así que de entre todas, nos decantamos por Cameo. Tiene no sé cuantos pasillos, zona vip, dos salas, varios pisos, etc. Estuvo muy bien la verdad, aunque era otro tipo de ambiente, muy diferente al de Chicago.
Para variar nos recogimos tarde, serían las 10 o las 11 de la mañana aproximadamente (en Cádiz claro, porque aunque esté aquí, yo sigo llevando el reloj con hora española). El domingo fuimos al Key Biscayne (pequeña isla donde se juega el torneo de tenis) donde aprovecharnos para darnos un bañito, y luego visitar por las otras islas algunas de las casas de los famosos,
y por último, después de mi hermano insistir mucho fuimos a la casa de Dexter (famoso asesino protagonista de la serie del mismo nombre).
Después ya no hubo tiempo para más, así que pusimos rumbo al aeropuerto y avioncito para Ann Arbor.