Ann Arbor Today

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martes, 26 de julio de 2011

El Gran Cañon. Una maravilla menos

Efectivamente la palabra es: maravilla. Una menos que me falta por visitar y una más visitada. Si hablamos de unos de los sitios más espectaculares que se pueden visitar en Estados Unidos, tenemos que hablar del Gran Cañón. Así que, aprovechando la fiesta del 4 de Julio y jugando con los horarios de los vuelos a horas completamente indecentes para ahorrar en dinero y ganar en tiempo, nos despertamos el sábado 2 de Julio a las 4.45 de la mañana para,


tras 4 horas de vuelo y 3 horas menos de diferencia horaria, volver a empezar el día en Phoenix, Arizona. Nuestro primer día dependia un poco del tráfico y de las carreteras. Por eso, decidimos poner a Cata, nuestra mejor "pilota" para cumplir con los horarios previstos. A pesar de las retenciones provocadas por un accidente, Cata alcanzó los objetivos e incluso nos dio tiempo para comer y al mediodía estábamos observando un paisaje impresionante y por ahora irrepetible.

Posiblemente no sea  tan espectacular observar la foto, y posiblemente no sea una belleza, pero sólo pensar que ese "boquete" de proporciones mayores a un campo de fútbol fue provocado por una roca del espacio da una idea de cuanto de frágiles e insignificante somos cuando la naturaleza actúa a su antojo. 
Como os decia, y como os diré casi en cada foto que os vaya mostrando, aqui en Arizona todo quedaba grande para mí cámara, y no sólo en tamaño sino también en belleza. Difícil explicar algo, cuando ni tus propios ojos llegan a entender lo que están viendo. 

De ahí nos fuimos a Monument valley. Una zona desértica donde la erosión, y el tipo de terreno han dado lugar a los famosos paisajes de las películas de John Wayne. 


Tomaba más y más fotos, tomé muchas veces la misma foto, y aún así, observándolas en la pequeña pantalla de mi cámara, e incluso ahora en el portátil, siento que no consigo transmitir lo que en mis ojos y en mi cabeza quedó grabado. 




Nuestro plan era ver atardecer y apreciar los cambios de colores en las rocas. Hay algunos sitios en el mundo en los cuales sientes que podrías sentarte y dejar la vida pasar. En los cuales se pierde la noción del tiempo, respiras hondo y eres capaz de olvidarlo todo. Sientes que no necesitas nada más ni tienes prisa por irte... Este es un lugar de esos. 


Desde una de esas tiendas para turistas, y jugando con los ventanales pude obtener una foto que me encanta...


Terminamos durmiendo en un motelito típico americano, y descansando de un día que con el cambio horario, el vuelo, y las horas de carretera se estaba haciendo mucho más largo de lo normal. 


El día siguiente no era para menos, nos dirigimos a una presa cerca de Page, el pueblo dónde pasamos la noche,


y a una zona conocida como el meandro de la herradura de caballo. 



Alli, jugando con la cámara, los riscos, y el acantilado obtuvimos algunas de las fotos más impresionantes del viaje. Y también descubrimos el vértigo de Germán. 



Tras esta parada nuestros caminos se perdieron por el bajo Antelope Canyon. Un cañón explotado por los indios navajos en los cuales debido a sus formas, a los tonos rojizos y a la luz del sol, se crea una atmósfera digna de cualquier película de Indiana Jones.

Fijaros como se accede...


Y el interior... un placer para la vista...









Aunque una gorra parecía una buena idea para protegerse del sol en el desierto de Arizona, pronto descubrí que la visera no me permitía tomar fotos. Un giro a lo Daniel el travieso me solucionó el problema, y a mis amigos les sirvió para esbozar una sonrisa cada vez que me miraban...








Era domingo por la tarde, y tras el extraordinario paseo, nuestra van ponía rumbo al Gran Cañón del Colorado. El largo camino, fue amenizado con paradas en algunos mercadillos indios, algunas veces para ver la artesanía y otras por necesidades fisiológicas,




 o algunos sitios recomendados por las vistas.




Como siempre jugando con la posición del sol, llegamos al Grand Canyon una hora antes de anochecer. Lo justo para contemplar la amplitud, y la sensación de irrealidad que te causa el paisaje.


Uno, se siento sólo y minúsculo frente al paisaje que tiene delante. Puede ser una sensación parecida a mirar el mar, dónde la vista se pierde sin encontrar barreras, dónde por más que miras, sientes estar en otro planeta, o en un videojuego, en una película, de todo menos en un sitio real o parecido a algo que conozcamos. 


Y allí, en uno de los muchos salientes que tiene la zona sur del cañon, nos sentamos, en silencio, pensando cada uno en sus cosas, en su gente, en sus movidas, mientras el sol se escondía por detrás de las nubes y de las montañas. Un momento único. 


Podrá pareceros que llevábamos una semana de viaje, pero sólo era nuestro segundo día, y el tercero empezaría tan temprano como a las 5 de la mañana. Tras la experiencia vivida al atardecer, comprendimos que el amanecer era otro momento que había que experimentar. Unas galletas, caramelos, y un poco de agua,  nos acompañaron de noche mientras nos aproximábamos al punto elegido para ver amanecer.

Poco más de las 5 a.m. Te sientas en una roca. De noche. Junto a un monton de desconocidos la mayoría con sus camaras apuntando al horizonte. Silencio. Y al igual que al atardecer, algo pasa, un escalofrío, y sientes que pocas cosas hay en la vida más importantes que ver un nuevo amanecer.



 Te acuerdas de mucha gente que te gustaría que estuvieran contigo disfrutando en ese momento, hay algo que te toca la fibra y te pones sentimental, y por un momento sientes que eres especial o único... De repente giras la cabeza y ves que no estas sólo y todo el mundo está haciendo fotos, ha amanecido. Un día más. 

Y si lo piensas fríamente no es más que ver esa bolita naranja dichosa por detrás de unas rocas, fríamente son las 6 de la mañana has dormido poco y es posible que el sol salga casi igual cada mañana y casi igual en todo el planeta. Pero somos personas, y los sentimientos que uno siente en momentos así compensan y se quedan para siempre.


Tuvimos que regresar al hotel y dormir un par de horas para volver a despertarnos y caminar por una de las rutas que bordean el cañon. Las vistas, y el recorrido altamente recomendables. 











Al final, esa tarde una tremenda tormenta con su lluvia, sus rayos y sus truenos, nos robó la oportunidad de sobrevolar el cañón en helicóptero. Era la guinda del pastel de un viaje maravilloso. Una lástima, y aunque aquel día la rabia me podía, supongo que el destino nos tenía guardada la excusa perfecta para tener que volver. Sencillamente, una maravilla y el sitio más increíble en el que haya estado jamás.

Gracias a Miguel por ser el "cámara 2" de este viaje. 
Un abrazo a todos.